Por Cynthia Gallaga
Dicen que el origen de las peleas de gallos fue en China, más o menos por el siglo V a.C. y de allí se extendió a la India y al resto de Europa. Se cree que las peleas de gallos llegan a América gracias a los españoles y portugueses cuando descubren el nuevo mundo en los siglos XV y XVI, al parecer debido a que los españoles encontraban las peleas de gallos divertidas y las disfrutaban mucho.
Los gallos que pelean son elegidos y criados desde su concepción al elegir a los padres más adecuados. Estas peleas se llevan a cabo en un espacio llamado “fosa” el cual es cerrado para que los gallos no puedan escapar, esto es muy cruel debido a que algunas veces los animales deben seguir peleando aunque estén cansados o malheridos. La pelea termina cuando uno de los animales muere o ambos.
En las peleas de gallos se apuestan grandes sumas de dinero y los dueños del gallo ganador resulta muy beneficiado de todas las apuestas.
Existen datos que afirman que a los gallos les dan esteroides y anfetaminas para que peleen mejor y que además les ponen espolones metálicos y otras cosas que hieran más profundo o terminen más rápido con el contrincante.
No conformes con el daño que les hacen a los animales, hay adultos que llevan a los niños a ver este espectáculo sin ponerse a pensar en el gran daño que les causa, pues como es bien sabido, la violencia hacia los animales da pauta a la violencia entre personas.
Considero que las peleas de gallos deben detenerse porque imponen una cruel y violenta muerte sobre inocentes animales y dañan (aunque no sean conscientes de ello) la salud mental de la gente que las presencian.
También sé que combatir estas peleas clandestinas es algo muy difícil, pero no es imposible, una solución es que impongan multas grandes de dinero y enjuiciar tanto a los dueños como a los que presencian estos espectáculos.
No perdamos de vista que los gallos son animales que merecen el respeto de todas las personas.
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